«Con ocasión de la epidemia experimentada en la Villa de Pasages, Provincia de Guipúzcoa, el año de mil setecientos ochenta y uno, causada por el hedor intolerable que sentía en la Iglesia Parroquial de la multitud de cadáveres enterrados en ella».
Orden real de 1784, por la que Carlos III prohibía las inhumaciones en las iglesias salvo para los prelados, patronos y religiosos que estipulaba el ritual romano. También se ordenaba la construcción de «los cementerios fuera de las poblaciones siempre que no hubiere dificultad invencible, en sitios ventilados e inmediatos a las parroquias y distantes de las casas de los vecinos y se aprovecharán para capillas de los mismos cementerios las ermitas que existan fuera de los pueblos».
En 1781 apareció la conocida como ‘peste de Pasajes’. No era la primera vez que la localidad guipuzcoana se convertía en el centro de una epidemia, San Juan se vio atacada, con catastróficas consecuencias, por la peste bubónica en 1597. Pero la de finales del siglo XVIII acabó en unos meses con más del 11% de la población de este puerto, este era un puerto muy utilizado por embarcaciones inglesas, que desembarcaba ahí a sus soldados para sus incursiones en las distintas guerras.
83 muertos de 775 censados, de la gran cantidad de fallecidos, fueron mas mujeres que hombres, lo que supone casi un 11% de la población, que acabaron enterrados en la iglesia, esto provocó tal hedor que obligó a levantar el tejado del edificio.
Entonces ya se sospechaba que las miasmas, los vapores fétidos que desprendían los cuerpos, se infiltraban las aguas y el suelo, podían propagar enfermedades y el caso de San Juan fue las chispa que llevó al Estado a tomar la decisión de erradicar la poco salubre costumbre de enterrar a los muertos en las iglesias y sacar los cementerios extramuros de las localidades.
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