Panteones, sepulturas, tumbas, lápidas, cruces, estelas, esculturas, monolitos. Gran surtido en imágenes, cruces y artículos decorativos, litografías, retratos, imágenes diversas hechas a mano, con láser o fotograbado.
Camilo José Cela en su libro Judíos, Moros y Cristianos, narra un viaje que realiza por tierras de Segovia y Ávila, entre 1946 y 1952. De Árevalo comenta lo siguiente entre otras cosas: Arévalo se recuesta en una lomilla en medio de una llanura dilatada.
El vagabundo al entrar en Arévalo, cree escuchar aún el aleteo, sobre los árboles del fondo entre los copudos olmos del fondo, de un heridor vientecillo militar.
Arévalo fue villa guerrera de bien templada y acreditada fama: Arévalo con Olmedo por donde ya pasó el vagabundo fue una de las llaves de Castilla.
Como un lobo trotador, así el viejo refrán corrió por los caminos y por los campos y por los montes de Ávila y Burgos de Segovia y de Valladolid, de León, de Medina del Campo, de Toro, de Salamanca, de Zamora: quien de Castilla señor quiera ser, a Arévalo y a Olmedo de su parte ha de tener.
El casco antiguo de Arévalo está declarado bien de interés cultural; en él se conservan una notable cantidad de ejemplos de arquitectura mudéjar castellana, también llamada «románico de ladrillo» y constituye uno de los lugares más destacados en este aspecto.
El lingüista y etimólogo catalán Joan Corominas sostuvo la hipótesis de un origen celta del topónimo, derivado de Arevalon, compuesto a su vez de are, que vendría a significar «junto a», y de valon, con el significado de «empalizada». Otros autores proponen un origen latino del topónimo, a partir de acrifulu abeto en latín, que evolucionaría a Agrébalo y finalmente a Arévalo. Otras hipótesis consideran el nombre como lugar entre ríos o derivación de arevaccei, que designa a los vacceos del extremo que la situaría en el lugar más alejado del territorio de los vacceos.
El campo santo de Arevalo esta en lo alto de una loma, donde el viento te abraza mas fuerte que abajo, en el pueblo. El cementerio es de planta rectangular, es muy austero, solo destaca un panteón clásico en mármol de los Losada, todo el recinto esta muy bien cuidado y limpio. Desde el mirador del cementerio las vistas de Arevalo y su castillo, son un privilegio para el mendigo, personaje de Camilo José Cela.
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Recordar a las personas queridas llevándoles flores a su lugar de descanso final es una tradición casi universal y propia de nuestra más íntima naturaleza.